Chispita. (Calendario de adviento, día 3)

Como cada mañana Chispita no estaba en el mismo lugar dónde ella lo había dejado. Y como cada mañana Mamá la regañaba por ello. No importaba que, como cada mañana, intentara explicarle que ella lo había dejado en la estantería, como siempre. Pero que a Chispita no le gustaba estar ahí y se marchaba. Mamá no sólo no la creía sino que, además le daba la charla sobre el exceso de imaginación y sobre contar mentiras. A Mamá no le gustaban las mentiras, ni siquiera las piadosas. Siempre decía que era mucho más «piadoso» decir la verdad aunque doliera que vivir en una bonita mentira. Y ella debía saber mucho de ello, de mentiras, pues siempre decía que Papá no había dicho una verdad en su vida. Formaban una curiosa pareja, ella sincera hasta la médula, y su padre un mentiroso compulsivo pero encantador, un vendedor de humo…

Como cada mañana, María se había puesto a buscar a su peluche favorito, Chispita una reno gris, de nariz roja, enormes ojos negros de pestañas interminables y cuernos plateados y brillantes. De ahí le venía su nombre: Chispita, porque era la reno de peluche más brillante de toda la tienda navideña. La dueña le había guiñado el ojo cuando la eligió, alabando su buen criterio a la hora de elegir. También le había avisado de que era un espíritu libre y que no le gustaba la rutina, que saldría en busca de aventuras en cuanto ella estuviera distraída. Esto se lo había dicho cuando Mamá estaba mirando adornos para el árbol al fondo de la tienda, por eso ahora no la creía cuando le decía que a Chispita no le gustaba estar encerrada en la estantería y que salía a recorrer la casa. Pero era verdad, Chispita cada noche dejaba la estantería donde su Mamá le dejaba los peluches al acostarla (a Mamá no le gustaba el desorden, lo odiaba) y cada mañana aparecía en un lugar diferente. El primer día la encontró debajo del árbol de navidad, acurrucada bajo la manta que cubría el enorme tronco de pino, el Tió de la familia. El segundo había llegado hasta la cocina, la encontró escondida entre las botellas de leche de almendras. Y hoy la había hallado en el despacho de Papá, al lado del portátil, abierto, como si hubiera estado chateando con los amigos.

Mamá volvió a regañarla porque iban a llegar tarde al colegio. Pero María ni la escuchaba, estaba muy ocupada explicando a Chispita que no podía escaparse de la habitación por las noches, que su Mamá estaba muy enfadada y que si seguía por ese camino, al final Mamá la donaría para los niños que no tenían juguetes, como hacía siempre con los que ya no utilizaba. Pero María no quería separarse de su pequeña reno transgresora y aventurera. Así que, mirándole fijamente a los ojos para que la entendiera, le prometió llevarla a vivir grandes aventuras cada día, si prometía dormir en su estantería cada noche, como un peluche bien educado. Debió entenderla porque le pareció que asentía con su cabecita de peluche. Estrechó su patita, porque un trato es un trato y hay que cumplirlo siempre. Eso decía Papá, que era abogado y de tratos sabía mucho. También de incumplimientos y esas cosas, que en el fondo es lo que les daba de comer… Pero ella no pensaba incumplir el acuerdo, por eso puso al peluche en la mochila del cole aprovechando que su madre no la miraba. Iban a vivir grandes aventuras, vaya que sí. Justo a tiempo, Mamá ya estaba lista y con las llaves del coche en la mano. Un escalofrío de impaciencia y emoción le subió por la espalda, ¡empezaba la aventura!

Jengibre.

Barcelona, 3 de diciembre de 2020.

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Laura dice:

    Me esta gustando tu calendario de adviento. Nunca me han regalado uno, y este es realmente precioso.

    1. Jengibre dice:

      Joo, no sé que decir, la verdad. Espero que los demás compartimentos del calendario te gusten.
      la verdad es que nunca se me había ocurrido la idea del calendario de adviento con relatos, hasta ahora. Pero es un buen regalo para estas fechas, no sé como no se me había ocurrido antes.
      Muchas gracias, Laura.

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